Capítulo 22
Este soneto fue escrito por Francisco de Quevedo, poeta madrileño del siglo xvii, escritor de composiciones poéticas
(Sueños) y de obras en prosa (El Buscón). El
estilo conceptista de Quevedo exige una agilidad mental constante por parte del
lector, basada en los juegos de palabras. El
poema muestra una virtud muy frecuente en los artistas de la época: el ingenio
para conseguir resultados sorprendentes relacionando conceptos opuestos.
El tema de este soneto puede ser la definición del amor como lucha de elementos contrarios. Se
trata de una composición reflexiva en la que el amor aparece impregnado de
definiciones antitéticas que conducen a la imposibilidad de su existencia.
La estructura es bimembre, los dos cuartetos y el terceto hablan de los tópicos contradictorios del amor y, en el último terceto, la voz poética realizar una reflexión-conclusión: el amor no es amigo ni de sí mismo.
Se trata
de un poema poliestrófico compuesto por catorce versos endecasílabos de arte
mayor, agrupados en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos con rima
consonante siguiendo el siguiente esquema: ABBA ABBA CDC DCD, se trata, por
tanto de un soneto clásico cuyos tercetos finales están encadenados.
La modalidad textual que predomina en el poema es la descriptiva, ya que el autor
se centra en la descripción del sentimiento amoroso a través de varios recursos
literarios que embellecen la expresión del texto.
En
cuanto a las funciones del lenguaje, cabe señalar que destaca la función
poética, pues hay un deseo de embellecer el lenguaje.
Además, en el penúltimo verso del poema se encuentra la función conativa del
lenguaje a través de una interpelación a los receptores “¡mirad!”.
La
sintaxis es sencilla y que, gracias a los paralelismos que encontramos en casi
todos los versos (especialmente en el primero, tercero, sexto, séptimo y
octavo) la comprensión de las ideas se hace más fácil.
La
categoría gramatical que predomina en el texto es el sustantivo, nombres concretos (“hielo”, “fuego”, “herida”), abstractos
(“bien”, “descanso”, “libertad”) y un nombre propio: “Niño Amor”, que hace
referencia a Eros o Cupido, dios del amor.
En
cuanto a los verbos, el más empleado es el verbo ser: “es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele”.
Respecto a las figuras literarias, destaca el paralelismo ("es hielo abrasador, es fuego helado") y los términos antitéticos ("un breve descanso muy cansado"). Los versos son una paradoja constante. Además, todos estos elementos paradójicos se refieren al amor, por lo tanto se trata de metáforas.
El uso de figuras literarias y el uso del imperativo son todo marcas de subjetividad.
Por otro lado, pese a que la voz poética usa términos incompatibles, el texto es coherente, ya que Quevedo quiere jugar con el sentimiento contradictorio del amor y está bien cohesionado pues los mecanismos lingüísticos guardan un orden que mantiene esa cohesión.
Este
soneto fue escrito por Francisco de Quevedo en el siglo xvii, por lo que se enmarca dentro del conceptismo español y dentro de la lírica barroca. El asunto
que trata es el sentimiento amoroso y sus contradicciones. Quevedo lo describa a través de términos antitéticos (“hielo abrasador”
y “fuego helado”) y de paradojas (“enfermedad que crece si es curada”).
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